Quién y qué es el hombre
(Texto escrito a partir de una parte de la Comunicación de 5 de octubre de 1984)
El hombre está constituido por cuatro sustancias cualitativas fundamentales: la Inteligencia, la Voluntad, el Instinto y el Automatismo.
Estas cuatro sustancias se relacionan y se estructuran entre sí, formando la imagen de una pirámide. Ésta es una imagen que culturas y místicas antiguas han utilizado para simbolizar al hombre.
Construimos la pirámide: tenemos una base cuadrada y cada lado de ese cuadrado es la base de un triángulo; cuatro triángulos que confluyen en un punto, el vértice de la pirámide. En un lado de la base de la pirámide situamos la Inteligencia y, en ambos lados de su triángulo, ponemos el Raciocinio y las Ansias de superación. En otro lado del cuadrado, ponemos la Voluntad y, en el lado correspondiente del triángulo, el Esfuerzo personal. En el tercer lado de la base de la pirámide, ponemos el Instinto y, en el lado de su triángulo, la Conservación de la especie. En el cuarto lado de la base de la pirámide, situamos el Automatismo.
Todas estas sustancias cualitativas se unen en un punto, el vértice de la pirámide, y generan la Fuerza Cósmica. Una fuerza que sale del hombre hacia el cosmos y, a la inversa, del cosmos va hacia el hombre que la recibe.
Esta concepción del hombre trasciende las características que actualmente conforman al hombre de la tierra. Nos referimos a cada una de las cuatro sustancias:
El Automatismo es lo que hace del hombre un ser biológico y orgánico. Lo que le mantiene la vida fisiológica. A través de la calidad del Automatismo, el hombre recibe unas variaciones de ondas provenientes del espacio electromagnético y hace que la vida vegetativa funcione: las funciones digestiva, circulatoria, respiratoria, neurológica… En definitiva, todos los órganos internos.
Estas funciones diferentes agrupan a un conjunto de células diferenciadas, con una conciencia grupal también diferenciada. Estos diferentes grupos celulares están dotados de una inteligencia específica, capaz de reclamar en cada momento lo que necesita para su supervivencia.
Al Instinto no se le debe considerar como una calidad inferior. Es una parte fundamental del hombre cósmico. Es el responsable de la conservación de la especie y tiene que ver con el instinto de procreación y el instinto de agresividad, necesarios para evitar la extinción del hombre.
La Agresividad es una energía vital, de signo positivo y necesaria para la constitución y evolución del hombre. La cara negativa de la agresividad es la violencia, que lleva, por el contrario, a la destrucción del hombre. A la pulsión agresiva se le puede contener y darle salida a través de la simbolización y de todos los procesos creativos. El instinto de procreación tiene que ver con la pulsión sexual. Esta pulsión es la que condiciona y origina la gestación de los nuevos seres a través de la unión sexual, pero fundamenta también la capacidad creativa del hombre. Son dos vertientes que se complementan. La Voluntad. Sin esta sustancia, al hombre le sería imposible continuar los trabajos y estudios que necesita para llegar a convertirse en Hombre Cósmico. La Inteligencia hace al hombre capaz de crear su propia vida y discernir en cada momento cuál de sus sustancias cualitativas debe potenciar. Este conjunto de elementos constituyen el receptáculo perfecto para la parte más pura del hombre; una parte que existe por sí misma y que no está enganchada y supeditada a estas sustancias elementales: el Espíritu. Cuando estos elementos que constituyen el hombre están organizados de forma armónica y equilibrada, el Espíritu se instala y se manifiesta y hace que el hombre evolucione hacia el Hombre Cósmico. Para que todos estos elementos sustanciales trabajen de forma armónica y equilibrada, hace falta el Amor, el amor puro y sincero. De lo contrario, el hombre será un sabio, un científico, un místico…. imperfecto. El Amor, que es una pre-sustancia anterior al hombre, anterior al universo y existente por sí misma.