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La manifestación espacio-temporal (2ª parte)

La manifestación espacio-temporal (2ª parte)

Este artículo sobre el Tiempo es la continuación natural de la Manifestación Espacio-temporal I. En este trabajo, intentaremos plasmar en muy grandes trazos los conceptos de la teoría General y la Teoría especial de la Relatividad dentro del Rombo. Acercarse al Tiempo, no es nada fácil, pero intentaremos hacerlo con conceptos sencillos (dentro de una óptica romboidal) y que aporten algunos principios elementales sobre los que poder trabajar con más profundidad.

Introducción

El Tiempo marca el ritmo de nuestra vida. Nos despertamos, duchamos, comemos, trabajamos, nos relacionamos y dormimos acatando su rigurosa ley y su ordenado e implacable ritmo. Y todos lo hacemos siguiendo un reloj que, aunque creemos universal, marca un Tiempo distinto para cada parte del planeta. De hecho, cada longitud horaria, debería tener su propia hora, ya que el sol sale cada vez más tarde en la medida en que nos desplazamos hacia el oeste. Pero por comodidad, todos adoptamos el Tiempo convencional de nuestro huso horario.

No hay dos puntos en la Tierra que tengan realmente la misma hora solar, pero prescindimos de esa realidad y aceptamos como bueno “un tiempo común” para cada franja horaria.

Los husos horarios

Los husos horarios

Existen 24 husos horarios (cada 15º de longitud se cambia de huso) y como que la longitud de la Tierra es de unos 40.075 Km, tenemos que cada 1666 Km aproximadamente, aparece un huso horario diferente. Esto hace que por ejemplo entre Cadaqués y Finisterre (1300 km aproximadamente de distancia), exista casi una hora solar real de diferencia (aunque estén en el mismo huso horario). Lo tenemos asumido, pero siempre nos sorprende observar que cuando estamos por ejemplo en Barcelona (ya de noche), viendo una retransmisión en directo de un acontecimiento que tiene lugar simultáneamente en Galicia, constatemos que mientras aquí ya es de noche, allí, aún es de día.

El Tiempo es diferente en cada longitud horaria, y si fuéramos puristas y los relojes estuvieran ajustados a la longitud local desde donde se mide el Tiempo, todos nuestros relojes marcarían horas distintas, y eso nos llevaría a una situación caótica, así que, con un criterio muy práctico, preferimos falsear un dato, autoengañarnos con el concepto de “Tiempo Absoluto” y pensar que es posible que dos sitios separados centenares o miles de kilómetros, con longitudes terrestres tan distintas, tengan la misma hora.

El ser humano, siempre ha querido medir el Espacio, y con más o menos acierto, y utilizando distintas mediciones, lo ha intentado. El mismo afán de medir y contar, se ha abalanzado sobre el escurridizo Tiempo, algo mucho más abstracto e intangible, pero ha sido capaz de precisar gracias a la perseverancia en la observación de la mecánica celeste, la presencia de ciclos anuales, estacionales, mensuales y diarios. Este conocimiento básicamente ha sido proporcionado gracias al estudio detallado de la luna, el sol y las estrellas. Al final de todo este estudio, el ser humano, ha llegado a la conclusión de que la unidad básica, cotidiana y primordial para medir todo este paso del Tiempo son los días, es decir los ciclos de alternancia de luz y de oscuridad de nuestro planeta. Este dato es muy relevante y notorio para el hombre, para las especies que viven en la superficie de nuestro planeta y que también están expuestas a las variaciones lumínicas de la radiación solar.

Mucho más difícil fue desgranar el día en partes iguales de menor magnitud, ya que como sabemos, la duración de las horas de la radiación solar varía según la estación del año en la que nos encontramos, así que inicialmente, en las primeras mediciones humanas del Tiempo, las horas podían durar más o menos según la estación en la que se estuviera. Los astrónomos griegos que intentaban encontrar orden y simplicidad en todas las mediciones encontraron muy difícil manejar los cálculos con el método primitivo, así que Hiparco proporcionó el concepto de "horas equinocciales" al proponer la división de un día en 24 horas iguales, de las cuales, 12 eran de luz y 12 eran de oscuridad.

Los griegos, se basaban en los sistemas numéricos utilizados en Egipto y Babilonia, que eran el sistema duodecimal (de base 12) y el sistema sexagesimal (de base 60), así que partieron de estos dos sistemas ancestrales para dividir el Tiempo del día en 24 horas. El sistema de medida en el sistema duodecimal estaba basado en la habilidad de poder contar las horas del día con el dedo pulgar en la medida que este, se desplaza por las 12 falanges de los 4 dedos.

El primer reloj

El primer reloj

Los astrónomos griegos, además de utilizar el sistema duodecimal para el cálculo de las horas, utilizaron el sistema sexagesimal (de base 60) para los cálculos horarios más precisos. Entonces, para hacer la hora más pequeña, la dividieron en 60 minutos y cada minuto, a su vez en 60 segundos.  De esta manera, se entró en la medida del Tiempo que se usa en la actualidad.

Pero a pesar de esta “división moderna del Tiempo”, durante muchos años, las personas siguieron utilizando las horas que variaban según la estación en la que se estuviera viviendo. No fue hasta el siglo XIV en Europa, cuando comenzaron a utilizarse los relojes mecánicos, momento en el cual empezó a cambiar realmente el concepto de Tiempo y de su medida.

Mucho más recientemente y con la necesidad de realizar mediciones aún más precisas del Tiempo, se utilizó el sistema decimal, creado por los hindús y expandido por los árabes, y cuyo origen está en los diez dedos de las manos.

La base del sistema decimal

La base del sistema decimal

Como todos sabemos por experiencia propia, desde la niñez, y también en muchas ocasiones en la edad adulta, utilizamos los 10 dedos como una precisa “calculadora digital” para poder contar correctamente. Este conocido sistema decimal, permitió dividir muy posteriormente al segundo en segmentos más pequeños, conocidos como décimas, centésimas, milésimas o millonésimas de segundo.

Aparte de estas curiosidades históricas y de la realidad de los husos (basados en la longitud terrestre), hemos de pensar que la medición del Tiempo, también se altera con la latitud. A mayor latitud, el espacio medido en Kilómetros que abarcan los husos horarios es menor. El caso más complejo, lo constituyen los polos terrestres. Allí, el Tiempo transcurre de un modo distinto. Los husos horarios que utilizamos como referencia en el planeta, convergen todos en los polos, lo cual lleva a preguntarnos: ¿qué hora es allí? Pues no es ninguna hora en concreto o, mejor dicho, es la hora que queramos. La respuesta, lamentablemente, no es muy satisfactoria: en los polos, se usa la zona horaria que se quiera. En general, los expedicionarios usan el tiempo del meridiano de Greenwich o simplemente por un tema nostálgico, la hora de su país de origen. Además, por si fuera poco, el día en el polo dura 365/2 días, al igual que la noche.

La curiosidad de la medida del Tiempo en los polos

La curiosidad de la medida del Tiempo en los polos

Tenemos una fe absoluta en los relojes y pensamos que son exactos y que miden algo muy concreto, pero cada vez, podemos observar que medir con exactitud el Tiempo real de cualquier punto del planeta, es mucho más difícil de lo que pensábamos. Los relojes nos van bien, nos ayudan a vivir y a sincronizar nuestras actividades, pero no son capaces de medir con exactitud el Tiempo y lo que es peor aún: No son capaces de hacernos entender lo que es el Tiempo. Ellos miden, pero no explican cual es la naturaleza de aquello que es medido, su relación con el Espacio y su dirección.

Vemos que la medida del Tiempo en la Tierra es un tema muy controvertido. No hay ninguna hora Planetaria ya que esta depende del lugar desde donde se observa el Tiempo. Además, recordemos que ya Einstein le quitó al Tiempo la categoría de valor Absoluto y lo rebajó a Relativo, y al hacerlo, el concepto del Tiempo se empezó a abrir más todavía y a mostrar todas sus posibilidades, debilidades, dependencias y extrañezas. Pero, además Einstein le dio al Tiempo algo que no tenía hasta entonces: La categoría de cuarta dimensión. Desde entonces, casi toda la Física acepta en sus cálculos al Tiempo como una dimensión extra. Desde la perspectiva del Rombo, como ya hemos comentado en otras ocasiones, el Tiempo no es una dimensión en sí mismo, y por si fuera poco, tampoco sabemos si el Tiempo como tal, existe de verdad.

Todo lo concerniente al Tiempo, es de difícil comprensión, puesto que, para entenderlo, se ha de dejar de mirar al universo desde nuestro punto de vista terrenal y se ha de expandir enormemente nuestro ángulo de visión para ser capaces de abarcar a todo lo manifestado. El Tiempo es algo universal, relacionado con todo el Universo, con sus distintos niveles de manifestación y con la naturaleza vibratoria de cada una de sus dimensiones. Para entender al Tiempo, hace falta tener una visión global de todas las dimensiones del espacio, y, sobre todo, se ha de disponer de mucho Tiempo para poder razonar y sentir aquello que aparentemente creemos que es.

LOS DISTINTOS TIEMPOS

El Tiempo es una magnitud con la que medimos la duración y separación de los acontecimientos. Pero al igual que sucede con las otras magnitudes, podríamos considerar dos mediciones del Tiempo: El Tiempo cronológico, que lo medimos a través de los relojes y el tiempo psicológico, que está relacionado con la consideración y vivencia interna de como se vive el Tiempo cronológico. A veces, como todos hemos sentido, una situación agradable, que puede durar 1 hora, se puede sentir como si hubieran transcurrido apenas 10 minutos. Y una situación desagradable, triste, o violenta en la que suframos miedo o dolor y que puede durar 5 minutos, nos puede dar la sensación de que ha durado 2 horas.

Esta doble manera de considerar el Tiempo ya fue considerada por los antiguos griegos, quienes observaron esta diferencia entre el Tiempo cronometrado y el Tiempo experimentado. El “Cronos” sería el tiempo cotidiano, que transcurre casi imperceptiblemente, que no deja huella y el “Kairós”, que representa un lapso indeterminado de Tiempo en que algo importante sucede, un tiempo que no se puede desperdiciar ni dejar pasar por alto. En definitiva, la manera en cómo es vivido y experimentado subjetivamente el Tiempo. Por tanto, mientras la naturaleza de “Cronos” es cuantitativa”, la de “Kairós” es cualitativa y su percepción y vivencia, depende de muchos factores.

Imaginemos por ejemplo a una libélula, cuya vida es de un día, o una mariposa pequeña que vive una semana, o un ser humano que suele vivir unos 80 años, o una secuoya que puede vivir 4.000 años o una esponja de mar, cuya vida puede llegar a los 11.000 años.

Todas son especies de nuestro planeta, pero parece lógico pensar que no pueden vivir de la misma manera, con la misma experiencia e intensidad lo que nosotros llamamos un día (24 horas). La percepción, el impacto y la importancia de lo que es la experiencia de un día en cada una de estas especies, es muy distinta. Una libélula, por ejemplo, no puede dejar un trabajo para el día siguiente, ya que, en su caso, el mañana no existe. En cambio, si una secuoya tiene un “mal día”, posiblemente no sea una cuestión que le importe mucho, ya que tiene un millón de días más para arreglar ese pequeño contratiempo. Para una libélula, un día es toda una existencia y para una secuoya es solo un instante. Desde este punto de vista, podemos decir que, entre otros factores, la percepción del valor del Tiempo vivido depende de la cantidad de ciclos diarios en los que se tenga la posibilidad de experimentar la vida, además, como no, de las características físicas y mentales de cada especie que le permiten experimentar el Tiempo de una manera o de otra.

Y naturalmente, además de estas variables, también se ha de valorar cuales van a ser las experiencias por las que se va a pasar y que van a marcar cual será la calidad de la vida de ese Tiempo vivido. Por ejemplo, en el caso de un ser humano que pasa un mes en prisión, en una celda de aislamiento y sin ninguna ocupación que realizar, el mes se puede hacer eterno. Por otro lado, un mes en el exterior, haciendo turismo, en libertad, con actividad, vivido con alegría, con buenos amigos, puede ser muy intenso, y puede pasar muy rápido. Cuando algo nos gusta, querríamos que no se acabara nunca, y cuando se acaba, pensamos que el tiempo ha pasado deprisa. Cuando algo nos desagrada, deseamos que se acabe pronto y al no hacerlo, el Tiempo se alarga y no pasa nunca. Lo agradable pasa rápido y lo desagradable lento. De tal manera, que como casi siempre, nos movemos en la dualidad agradable-desagradable, casi nunca tenemos la posibilidad de tener una percepción neutral e imparcial del Tiempo. Siempre lo distorsionamos y lo estiramos hacia un lado u otro.

Por todo ello, hemos de considerar que en la percepción del Tiempo interviene nuestra posición en el universo, nuestra naturaleza biológica, la esperanza de vida, el grado de libertad con el que se vive y el valor de la actividad que se realiza en un momento determinado. Todas estas premisas que hacen variar la calidad del Tiempo vivido hacen inevitable que debamos hacer un esfuerzo para reconsiderar el concepto de Tiempo cronológico y darle un sentido vital y psicológico del que no dispone en la actualidad. Nuestra sociedad, aunque conoce perfectamente esta diferencia entre el Tiempo cronometrado y el Tiempo experimentado, se ha decantado siempre por el Tiempo medido y cronometrado, es decir el Tiempo mesurado con métodos “objetivos, absolutos y universales”.

Pero… después de estudiar las distintas alteraciones que se dan en la medición del Tiempo cronometrado, hemos podido constatar que la medición del Tiempo no es ni objetiva ni absoluta ni universal. Más, para movernos dentro de nuestro pequeño mundo, en el seno de nuestra dimensión y sociedad, el artificio de la medida del Tiempo con los relojes nos permite ordenar y clasificar un poco nuestra entrópica vida e instaurar algo de orden y sincronía en nuestro vivir diario.

Tenemos la sensación (por no decir la certeza), de que el Cronos es real y el Kairós es psicológico y filosófico, pero cuando salimos de nuestro pequeño mundo, de nuestra diminuta dimensión particular, el Cronos empieza rápidamente a tambalearse y a perder su aparente objetividad. El primer motivo, como hemos indicado es que la medición del Tiempo con relojes no es absoluta, sino que es relativa a la velocidad del movimiento de los cuerpos y a la gravedad, por lo que, como cada punto del universo tiene una velocidad de desplazamiento y una gravedad particular, este tipo de relojes perderían totalmente su utilidad y precisión en cualquier lugar del universo que no fuera estrictamente la Tierra.

La medida de nuestro Tiempo está basada en la rotación de nuestro planeta alrededor del sol, con lo cual, esta forma de medir lo que llamamos Tiempo, no tiene ningún interés en los otros planetas de nuestro sistema solar ni en otras partes del universo. En Mercurio, por ejemplo, un día dura 58 días y 15 horas, en Venus 243 días, en Marte 24 horas y 37 minutos, en Júpiter 9 horas y 50 minutos, en Saturno 10 horas y 45 minutos, en Urano 17 horas y 14 minutos y en Neptuno 16 horas 6 minutos. Y si miramos la duración de un año (una vuelta al sol) en cada uno de los planetas, vemos datos muy curiosos también. En Mercurio, un año dura 0.24 años de los nuestros, en Venus dura 0.61, en Marte 1.88, en Júpiter 11.86, en Saturno 29.47, en Urano 84.07 y en Neptuno 164.88 años.

Tenemos además la cuestión Relativista que afecta a la medición del Tiempo. Para ello, hemos de mirar la velocidad de rotación de cada planeta alrededor del Sol:

  • Mercurio: 172.404 km/h.
  • Venus: 126.108 km/h.
  • Tierra: 107.244 km/h.
  • Marte: 86.868 km/h.
  • Júpiter: 47.016 km/h.
  • Saturno: 34.705 km/h.
  • Urano: 24.516 km/h.
  • Neptuno: 19.548 km/h.

Por este efecto, todos los relojes de los diferentes planetas se irían desfasando unos con relación a los otros. Por ejemplo, los relojes situados en Mercurio y Saturno al cabo de 1000 años se desfasarían unas 21 horas. Y además de la mencionada velocidad de traslación, hemos de considerar la velocidad de rotación. Imaginemos a nuestra Tierra que da un giro completo en 24 horas o un pulsar que gira 300.000 veces más rápido. En ambos cuerpos, los relojes se desfasan mucho más. El Tiempo, como se ha comprobado experimentalmente, se dilata en los objetos que se mueven o giran muy rápidamente, y además está la cuestión de la gravedad, (la teoría General de la Relatividad) que hace que cuanto más masivo sea un cuerpo, más se dilate el Tiempo también. Con estas dos teorías, llegó el concepto Einsteniano del Espacio-Tiempo, en el que se decía que ambas magnitudes no son más que las dos caras de la misma moneda, por eso, hemos de considerar que cada cuerpo celeste tiene su propio espacio y su particular Tiempo.

Está claro que, desde un punto de vista de la Física, el Tiempo dejó de ser absoluto hace más de 100 años y que desde entonces, el Tiempo es un concepto ligado a cada punto del espacio, a cada zona del universo, a las características de velocidad y masa de cada sitio, y muy posiblemente a otras características no conocidas aún. Por todo esto, podemos decir sin dudar que cualquier rincón del espacio tiene su propio Tiempo.

Ahora estamos midiendo el Tiempo en nuestra tercera dimensión, en nuestro planeta, lo hacemos con relojes, y lo analizamos en la medida en que van pasando las horas, minutos y segundos. Le damos tanta credibilidad y tanta certeza científica a este ingenio técnico que pensamos que podemos extrapolar nuestros relojes terrenales a otros mundos, a otras zonas del universo, e incluso a otras dimensiones. Queremos medir algo que no sabemos lo que es y le queremos dar un carácter universal cuando no lo tiene ni desde un punto de vista científico ni filosófico.

Pero a parte de estas cuestiones físicas, pensemos cómo se percibe el Tiempo (Kairós) en cada uno de estos distintos sitios. ¿Cómo puede ser la conciencia de los seres que habiten en estos lugares tan distintos y distantes? ¿Cuál ha de ser su percepción del Tiempo?

Imaginemos que el planeta Tierra, con sus cualidades físicas conocidas de movimiento y masa, experimentara un cambio progresivo en la conciencia global planetaria y se pasara de la vibración conciencial actual a la de un plano de conciencia superior. ¿Cuál sería la transformación social y personal, del planeta? ¿Cuál sería el cambio psicológico producido en sus habitantes? ¿Cuál sería entonces la percepción del Tiempo en sus moradores? ¿Cómo se viviría Cronos en un mundo de bienestar, de paz, de igualdad, de respeto, de tolerancia, de tranquilidad, de felicidad y de amor?

El Tiempo pulsa y late de distinta manera en cada punto del espacio, según las características del lugar, según su frecuencia vibratoria, su dimensión y su conciencia. El Tiempo no es Absoluto y es percibido (Kairós) de distinta manera en cada sitio del universo. Por eso, para intentar hablar del Tiempo en el universo, en las dimensiones, tal vez tengamos que cambiar de paradigma y empezar a sustituir a Cronos por Kairós, porque Cronos ha demostrado su ineficacia en este tipo de mediciones. Tal vez Kairós (como es percibido el Tiempo por la conciencia), sea la llave para intentar entrar en este apasionante tema.

EL TIEMPO Y LAS DIMENSIONES

Para poder tener (dentro de lo que podemos llegar a comprender) un nuevo y más lógico concepto del Tiempo, hemos de partir de los datos que nos proporciona el Rombo. Por un lado, la figura nos indica que el mundo de la Materia y el de la Energía se abren y se manifiestan progresivamente desde los dos extremos. Estos puntos distales del Rombo están representados por la 1ª y la 7ª dimensión. Estas dimensiones, son la transición pausada y progresiva de lo no manifestado a lo manifestado. Son un estado muy especial de la materia y la energía. Estas dos facetas, forman en cierta manera un conjunto, una unidad y un mundo primigenio desde donde se puede observar la emanación del Absoluto. En la primera y en la séptima dimensión, existe un espacio, pero el Tiempo, tal como lo entendemos, no existe aún. Pero a pesar de todo, hay un Tiempo, no como lo concebimos, sino más bien como una especie de pulsación, una suerte de latido en un espacio apenas manifestado.

Sabemos que, aunque el Tiempo podría ir teóricamente desde la 1ª dimensión hasta la 7ª dimensión porque hay espacio en ambas, lo que origina el Tiempo tal como lo entendemos, es el movimiento, el desplazamiento, y este fenómeno no ocurre (por causas muy diferentes) ni en la 1ª ni en la 7ª dimensión.

Si en cambio, entendemos al Tiempo como una pulsación, podemos ver que el Tiempo existe realmente en todas las dimensiones ya que en todas hay un espacio que pulsa, pero si le damos el valor de movimiento, entonces vemos claramente que el Tiempo transcurre sólo desde la 2ª hasta la 6ª dimensión, recorriendo las cinco dimensiones donde existe el movimiento tal como lo entendemos.

El Tiempo como movimiento y el Tiempo como pulsación son diferentes

El Tiempo como movimiento y el Tiempo como pulsación son diferentes

Desde hace unos 30 años, tenemos la idea de que el Tiempo “parece detenerse” al llegar a la 1ª y 7ª dimensión, a las regiones donde la forma desaparece, pero muy posiblemente hemos estado cometiendo un ligero error semántico por una incorrecta interpretación de la realidad, ya que, como es lógico, no puede detenerse lo que nunca se ha movido.

El concepto del “no Tiempo” en la primera y en la séptima dimensión, se da por razones muy diferentes: En la primera dimensión, existe un espacio que pulsa, que está vivo, de la misma manera que una semilla está viva en la tierra, pero en esta dimensión, no hay un movimiento aún, y por tanto no hay un Tiempo tal como lo entendemos. Existe una pulsación, una vida, y hay un Tiempo si consideramos que el Tiempo es una pulsación, pero aún no hay movimiento ni una forma definida, y por tanto no hay Tiempo si utilizamos el concepto de Tiempo vinculado al movimiento.

En la 1ª dimensión, en esta dimensión material, se da una fase de   preparación para lo que será el soporte de lo que vendrá más arriba. En la 7ª dimensión ocurre algo parecido, pero no es lo mismo. Ella existe, vibra, pulsa, pero tampoco hay movimiento porque la expansión que se da aquí es máxima, y por tanto no hay Tiempo referido al movimiento. Ambas dimensiones, siendo totalmente diferentes, se parecen pues en algunos aspectos esenciales. Ambas son la primera emanación del Absoluto, existen y no tienen el aspecto del movimiento referido al Tiempo, pero si el aspecto del Tiempo relacionado con la pulsación interna. La 1ª dimensión sostiene todo lo que va a crearse encima y la 7ª dimensión contiene todo lo que está creado abajo. Entre ambas dimensiones, pulsan todas las otras cinco dimensiones, cada una de ellas, con su forma y su ritmo propio, con su Tiempo particular, según su pulsación y sus características propias.

Para poder asimilar toda esta complicada cuestión, nos gustaría ver en una especie de panel cómo se mueve relativamente el Tiempo en cada una de estas dimensiones, y como podría correr el Tiempo en los distintos relojes si los pusiéramos a andar al mismo momento en todas las dimensiones.

El Tiempo en las distintas dimensiones

El Tiempo en las distintas dimensiones

Entonces, quizás podríamos ver el distinto ritmo de rotación de las agujas de los relojes y seríamos capaces de comprender como en una dimensión, el ritmo es cero, como en otras el tiempo se mueve lentamente, mientras que en otras lo hace muy rápidamente y como de repente, en otra dimensión vuelve a desaparecer. Sería fantástico ver algo así para poder entender “relojes en mano” y de una manera palpable y objetiva como es “el Tiempo” en cada una de las dimensiones, pero me da la sensación de que este ejercicio teórico, es una ilusión irrealizable. De hecho, en la teoría especial de la relatividad se ponen ejemplos de esta situación y se ve como en cada sitio de observación, una hora de reloj dura exactamente 1 hora, y el reloj de cada lugar va al mismo ritmo que el de la Tierra. Pero mientras en un sitio han pasado 60 minutos, en el otro han transcurrido 70. El reloj corre igual en los dos sitios, pero en un laboratorio, el reloj parece avanzarse y en el otro, parece enlentecerse. Cada punto del espacio tiene en base a sus características propias, su propio Tiempo, y como sabemos desde hace un siglo, el Tiempo ya no es un valor absoluto ni universal, es relativo a las características del espacio en que se mide. Por eso, es una lástima que parezca que el experimento como el que se propone con el panel de relojes vaya a fracasar antes de empezar, pero…lamentablemente, parece que las cosas son así.

Además, es lógico pensar que lo que entendemos como Tiempo en este espacio tridimensional que conocemos y por el que nos movemos, no es realmente lo que se entiende como Tiempo en cada una de las otras dimensiones. Cierto es que mientras hablemos de tercera dimensión, podemos hablar de planetas, de cuerpos celestes, soles y galaxias que giran en torno a algo y que, por lo tanto, tienen ciclos que se pueden medir con relojes. Pero en las otras dimensiones, no existen estos fenómenos cosmológicos rotacionales. Por este motivo, se nos hace muy difícil entender el concepto del Tiempo referido a la rotación en las otras seis dimensiones. Por ejemplo, en la 2ª dimensión, no hay una Tierra que de vueltas alrededor del sol y que marque de esta manera los días y los años. Además, sabemos por la Física cuántica que, en el mundo atómico, suceden cosas muy extrañas relacionadas con el espacio y el Tiempo. Allí por ejemplo, la energía está cuantizada ( los electrones sólo se pueden existir en saltos entre las diferentes órbitas), existe una dualidad onda-partícula ( los objetos son ondas y partículas al mismo tiempo) , se observa la superposición cuántica (la probabilidad de que algo exista), existe el principio de incertidumbre (no se puede determinar al mismo tiempo la energía y la posición de una partícula), se constata el efecto túnel (una partícula puede atravesar una pared) y se puede observar el entrelazamiento (las partículas se encuentran unidas por una acción fantasmal a distancia). Son muchos los fenómenos físicos que suceden el espacio de la 2ª dimensión, que hacen suponer que, en un espacio con unas leyes tan diferentes, el Tiempo, que como sabemos, se mueve con el espacio, puede ser muy distinto.

En la medida en que ascendemos desde la 1ª dimensión (donde no existe el Tiempo como movimiento) y llegamos a esta segunda dimensión, en este punto de manifestación material, la pulsación vital, ya es capaz de mover un Tiempo. Es un Tiempo porque ya hay un movimiento, pero un Tiempo tan distinto del nuestro que posiblemente nos costaría reconocerlo porque las referencias son muy distintas. ¿Qué origina los ciclos allí? ¿En base a que mecanismo rotacional se puede medir algo? ¿Cómo es el Tiempo en un espacio tan reducido? ¿Cómo es el Tiempo en un lugar donde las formas cambian y donde una partícula deja de ser partícula para convertirse en una onda? ¿Como medir el Tiempo en un lugar donde una partícula desaparece en un sitio y aparece en otro en el mismo instante? ¿Y cómo puede sentir el Tiempo un átomo o una molécula con una vida que puede durar millones de años de los nuestros?

Estas mismas cuestiones, las podríamos proponer para las otras dimensiones donde nuestro referencial físico rotacional no está presente. Por ejemplo, en la 4ª dimensión, en esa dimensión donde lo físico desaparece, donde no hay soles ni rotaciones, donde lo que existe es materia fluida y mental ¿Cómo podemos sentir y medir el Tiempo allí?

Y lo mismo podemos decir de la 5ª dimensión, donde están los colores, los sonidos, la música, algo tan precioso y a la vez tan intangible y etéreo. ¿Cómo medir el Tiempo allí? ¿En base a que rotaciones se puede medir el Tiempo en esa dimensión? Y.., ¿Qué podemos decir de la sexta dimensión? Una dimensión abstracta donde habitan las matemáticas, los números, la geometría, las formas puras y donde en algún momento hasta el mismo Tiempo llega a desaparecer al acceder a la séptima dimensión…

Definitivamente, nuestros relojes mecánicos no sirven para entender, medir y sentir el Tiempo en esos mundos. Es por todas estas razones que pensamos que nuestra medida del Tiempo, no se puede trasladar como tal, como la vivimos nosotros, a cada una de las otras dimensiones. El Tiempo es algo muy diferente en cada uno de estos lugares porque en cada dimensión, el Tiempo se mueve de acuerdo con lo que hay allí y con lo que la dimensión mueve. La vida se mueve en el espacio y el Tiempo se mueve en el espacio. En realidad, quizá el Tiempo no tiene una medida porque el Tiempo no existe en sí mismo, simplemente es un ritmo, una pulsación que transcurre de acuerdo con como en cada momento, está vibrando cada punto dimensional. Es más… por estas y por otras muchas razones, la misma física actual se plantea si en realidad existe el Tiempo o no.

Estamos frente a un nuevo enfoque de esta cuestión. No es demasiado fácil asimilarlo y mucho menos explicarlo, pero intentaremos expresar estos nuevos conceptos, (aunque sólo sean los principios fundamentales) con un dibujo muy sencillo pero que nos puede ayudar a captar la idea: En primer lugar, podremos observar las dimensiones, cada una de ellas con una frecuencia vibracional diferente. Partimos de una 1ª dimensión donde apenas hay vibración y donde la pulsación que hay, no genera ningún movimiento y no existe un Tiempo tal como lo entendemos. Luego viene la 2ª dimensión, donde la vibración ya genera un movimiento y un Tiempo, pero que se percibe como muy denso y con muy poca fluidez. En la tercera dimensión la pulsación y la vibración es ya mayor y el Tiempo se percibe ya con más claridad. En la cuarta dimensión, el Tiempo es más fluido y esta dimensión tan especial, tiene una característica muy peculiar ya que, desde ella, podemos acceder a la Ideación Divina, esa zona tan peculiar con ese nombre que contiene dos conceptos: Ideación, que es la idea formulada por mentes humanas en estado cósmico, que están en la cuarta dimensión, y que quieren para sus hermanos el bien, el amor y la felicidad. Y Divina porque divino es el propósito que estos seres buscan para mejorar el estado del hombre y del planeta.

Ideación Divina en la cuarta dimensión

Ideación Divina en la cuarta dimensión

Esta Ideación Divina o mente universal, forma parte de un estado en el que se vive de una manera omnipresente y omnisciente, donde existe una fuente inagotable de líquido inalterable, con el conocimiento del pasado, del presente y del futuro. Es el todo y la nada. Pero en cambio, no existe, no actúa y no participa en el drama cósmico.

En el anterior artículo sobre el Tiempo, al hablar de la rotación del Rombo, planteamos la hipótesis de que, desde esta 4ª dimensión, por aceleración, y por el hecho de llegar por rotación a la velocidad de la luz, se pudiera acceder a un estado donde el Tiempo fluyera al mismo momento en el pasado, el presente y el futuro. Esta cuarta dimensión, aunque no sea la dimensión más sutil que hay en el Rombo, permite por algún mecanismo, acceder a este punto donde el Tiempo se funde en un todo. Pero como veremos, Ideación Divina, no es el único sitio del Rombo que permite el acceso a este movimiento temporal.

Después de esta 4ª dimensión, viene la 5ª dimensión donde el Tiempo es más sutil y luego aparece la 6ª dimensión, donde el Tiempo es más etéreo aún y por ello menos perceptible. Desde la 6ª dimensión, se accede a un lugar, a la 7ª dimensión, donde la vibración y la pulsación es tan alta que, aunque exista el Tiempo como pulsación, ya no se puede percibir y el Tiempo se detiene y no se percibe. La 6ª dimensión permite el acceso a la entrada a este lugar donde el Tiempo también desaparece, pero es un acceso distinto del que tiene lugar en la 4ª dimensión. Desde ambos lugares se accede a un lugar donde se puede viajar en el Tiempo, y acceder a todos los Tiempos que vibran en el mismo momento, pero el acceso a este Tiempo unificado, a la totalidad de los Tiempos, es diferente. En la sexta dimensión, como ya sabemos todos, está la luz, aunque la luz está siempre de un modo o de otro en todas las dimensiones, porque sin luz, no habría existencia, pero en la sexta dimensión, es donde la luz adquiere la intensidad y la frecuencia necesaria para manifestarse con más fuerza y poder viajar en el Tiempo. En la sexta dimensión, la luz está en un estado vibracional de amor puro, de total expansión. La sexta dimensión es un estado en el que, desde ahí, es posible moverse y entrar en cualquier punto de ese infinito donde se mueve el Tiempo. Poder viajar en el Tiempo, es poder desplazarse entre los distintos Tiempos que se mueven en un mismo instante, ya que todo está sucediendo, todo está girando en el infinito. El momento actual, lo que ocurrió hace 2000 años, y lo que está vibrando en otro tiempo de futuro, todo está sucediendo en el mismo Tiempo. Lo único que cambia es el punto vibracional dónde se mueve el Tiempo dentro de ese infinito vibracional. Cada punto de enfoque nos puede llevar a un Tiempo diferente.

Como vemos, esta 6ª dimensión que es la que da paso a la 7ª dimensión, marca la entrada al no Tiempo que existe en la 7ª dimensión. En la 1ª dimensión el Tiempo parece no existir porque no hay movimiento y apenas hay pulsación, y en la 7ª dimensión también deja de percibirse porque esta zona está en un estado de máxima expansión que no permite su percepción. En ambos puntos, el resultado parece ser el mismo, la presencia de pulsación y la no percepción del Tiempo, pero no son lo mismo, y el mecanismo que impide la percepción del Tiempo en estas dimensiones, es bien diferente.

La percepción y la pulsación del Tiempo

La percepción y la pulsación del Tiempo

Bajo esta nueva perspectiva, mucho más asequible a una persona no adentrada en el mundo de la Física, es posible que se pueda entender un poco más a lo que se quiso decir acerca del Tiempo en la Teoría Especial y la Teoría General de la relatividad. En la teoría Especial, se decía que en la medida que un hipotético objeto viajara a más velocidad, el Tiempo se iría dilatando respecto a un punto de observación que estuviera quieto, y que, si llegara a la velocidad de la luz, el Tiempo desaparecería. En cierta manera, nuestro dibujo dice algo similar. En el inicio de la manifestación, no existe el Tiempo, y en la medida en que aumenta la vibración y la pulsación, mientras avanzamos por las dimensiones, y aumentamos de vibración, el Tiempo se percibe menos, hasta que se llega a la velocidad de la luz, donde el Tiempo desaparece totalmente.

En la Teoría General, se dice que el Tiempo se dilata o se enlentece cuando se curva el espacio por la presencia de materia. En el dibujo del Rombo vemos que, en las dimensiones materiales, el Tiempo está más dilatado. De hecho, en la 1ª dimensión, la más material, el Tiempo no existe como tal, no se percibe y es como si hubiera desaparecido. En la segunda, donde ya hay un movimiento y por tanto un Tiempo, este se percibe como muy lento. A partir de este punto, el Tiempo empieza a sutilizarse y a percibirse cada vez menos hasta que vuelve a desaparecer.

En los dos extremos del Rombo, el Tiempo desaparece. Einstein quizás intuía de un modo parecido la desaparición del Tiempo en la 7ª dimensión (teoría Especial) y la desaparición del Tiempo en la 1ª dimensión (teoría General). En cierta manera, mirando los conceptos que aporta el Rombo, los inherentes a frecuencia, pulsación y percepción del Tiempo, parece entenderse lo que se captó del concepto del Tiempo y de su percepción. En la presencia de masa, de materia, y de gravedad, el Tiempo se dilata, y en la medida que un cuerpo va ganando velocidad (es decir en la medida que el espacio se mueve), el Tiempo se dilata hasta llegar al punto del desplazamiento a la velocidad de la luz, en el que el Tiempo deja de existir y no hace falta Tiempo para desplazarse por el espacio, ya que el movimiento no existe y lo que entendemos como desplazamiento no existe como tal, ya que es instantáneo.

Entender como transcurre el Tiempo ante la quietud de la masa inmóvil y la rapidez de la luz sin masa, es un tema muy complejo y que sin duda supera ampliamente nuestros conocimientos de Física, pero a pesar de ello, con la inestimable ayuda del Rombo, hemos podido llegar a intuiciones y conclusiones muy interesantes y alejadas de nuestras capacidades matemáticas, físicas, místicas y filosóficas. De repente, el misterio del Tiempo se ha empezado a aclarar. Aún queda mucho por aprender, pero hemos comprendido los conceptos más elementales:

“Lo que es arriba es abajo. Lo que está quieto, puede estar en movimiento, y lo que está en movimiento, puede estar quieto. Dentro del movimiento, vive la quietud, dentro de la quietud vive el movimiento.”

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