El elemental
El encargo y la misión del elemental es ayudar al ser humano desde un punto de vista físico, creando, manteniendo y organizando su estructura corporal para que tenga un vehículo adecuado que le permita avanzar en su vida, llevar a cabo sus proyectos personales y seguir adelante en su periplo evolutivo.
Él se encarga de la creación, de la construcción de la forma, del diseño, de la organización y del funcionamiento correcto de todo el cuerpo humano. Su tarea es inmensa y su trabajo empieza en el mismo instante de la concepción. Él da la fuerza para el crecimiento celular de los tejidos, para el desarrollo de todo el organismo y se responsabiliza en su tarea de trabajar continuamente para la buena marcha del cuerpo.
Como si de un Ingeniero se tratara, ejecuta los planos en los que aparecen escritos las necesidades, las directrices que son necesarias para que la persona encarnada pueda llevar a cabo su plan de vida. Su actitud, por afinidad de características, parece estar ligada a la actividad del o 5º o 6º Rayo, pues es el constructor de todos los grupos celulares y de los sistemas y aparatos tridimensionales que forman el cuerpo humano y que aparecen diseñados en los diseños del alma.
El elemental no trabaja sólo ni por su cuenta, sino que sigue las directrices creadoras que han sido pactadas previamente al momento de la encarnación y que serán las necesarias para llevar a cabo el cometido del alma en su vida en el cuerpo. En los momentos previos a la encarnación, se pacta el plan de vida con el guía, el elemental, el maestro de sabiduría y los señores del Karma para concretar el proyecto de vida de lo que será la nueva encarnación.
El elemental acompaña al humano en toda su vida y va aprendiendo gracias a las experiencias por las que pasa a lo largo de las diferentes vidas en que acompaña a la misma alma. Al final de la vida del humano, en el momento en el que éste marcha al mundo astral, el elemental vuelve a su mundo elemental, donde goza de un período de descanso. Allí vive un tiempo de recuperación, que le es necesario para volver a coger vitalidad y ánimo para volver a su tarea en cuando su humano, al cabo de un tiempo, vuelva a encarnar en la Tierra. En el momento de la encarnación, el elemental se despierta de su período de descanso y vuelve a encarnar con su humano. Hay muy pocas ocasiones en que eso no sea así, pero excepcionalmente puede suceder que el elemental no desee seguir ya más con su humano, quiera romper el vínculo y se vaya, desaparezca y deserte. En ese momento extremadamente excepcional, otro elemental se incorpora al cuerpo, pero por lo general, el elemental que se asigna en el momento de la primera encarnación, acompaña al ser humano en todas sus vidas.
Hay vidas en las que el elemental ha de trabajar muchísimo, se ha de esforzar e incluso puede verse sobrepasado por el esfuerzo realizado al intentar mantener en condiciones un cuerpo físico con muchos problemas de salud. El merecido período de descanso del que disfruta en su reino entre la desencarnación y la nueva encarnación permite al elemental recuperar fuerzas, energía e ilusión para el momento de la nueva vida del humano.
La relación permanente de un elemental con su humano tiene una cierta semejanza con la del guía ya que, aunque en la vida de un ser humano, pueden aparecer diferentes guías adaptados a cada situación vivencial y evolutiva, el guía maestro, aquel que es conocido en algunas tradiciones como “el ángel de la guarda”, acompaña al humano vida tras vida, encarnación tras encarnación y no se separa nunca de él. Y de la misma manera en que el guía puede contactar con otras entidades afines al ser humano para ayudarlo en su evolución, el elemental también lo puede hacer y de este modo, evolucionar, crecer y enriquecer sus conocimientos para que el humano que va a encarnar, lo pueda hacer en un cuerpo adaptado a sus nuevas necesitades y requerimientos, porque su misión es velar por la correcta construcción de la nueva forma y por el buen funcionamiento del organismo.
Al principio de la vida del ser humano, parece que el cuerpo funcione regido por fuerzas que escapan al control de la persona encarnada. Ésta no controla sus funciones y todas parecen hacerse automáticamente o guiadas por una invisible inteligencia corporal. En este punto, se puede intuir el trabajo del elemental que vela por la formación, el crecimiento y el funcionamiento automático y correcto de las funciones corporales. En la medida en que la persona crece, empieza a coadquirir el control del cuerpo y empieza a cooperar inconscientemente con el elemental; la persona puede entonces moverse a voluntad, variar su respiración, comer, beber, controlar los esfínteres y realizar múltiples funciones utilizando su propia voluntad y no la fuerza, la inteligencia y la voluntad del elemental.
De la relación funcional entre el elemental y el humano nace una cooperación y se instaura un dialogo en el que las dos partes colaboran y trabajan al unísono para el buen mantenimiento de todas las funciones corporales. Él ha de estar en sintonía con el humano y los dos han de trabajar de manera coordinada para que el cuerpo funcione correctamente y pueda desarrollar todas las habilidades que se pactaron para cumplir el plan de vida. El elemental necesita de la colaboración del humano para tal fin, pero si el humano desatiende los consejos del elemental y a sabiendas, empieza a comportarse de una manera que entorpezca el correcto funcionamiento del cuerpo, no lo cuida, no tiene ningún cuidado en mantenerlo correctamente, o lo maltrata intencionadamente, el elemental puede sentirse despreciado, no valorado y tomar una posición de indiferencia, enojo o rebeldía llegando a desatender sus funciones constructoras y de mantenimiento.
El humano y el elemental han de trabajar juntos para mantener la vida y la salud del cuerpo, pero para iniciar esta colaboración, ambos se han de conocer, y más concretamente, el humano ha de contactar con el elemental. Para ello, primero hace falta saber que el elemental existe y, además, querer conocerlo.
La manera de hacerlo es sencilla: Hay que presentarse mentalmente delante del elemental y como que es posible que el ser humano lo haya ignorado por mucho tiempo, éste, en su primer encuentro, se muestre molesto o enojado. Pero esta situación inicial, puede revertirse con facilidad si se actúa adecuadamente y con prudencia.
Todos los elementales tienen nombre, al igual que los guías, y del mismo modo que se puede encontrar el nombre del guía, se puede hallar el nombre del elemental como un paso para establecer una relación de amistad y colaboración.
Para limar las asperezas del pasado, el primer día, es bueno disculparse y decirle que ignorábamos su presencia y que ahora que sabemos que está, le pedimos disculpas por no haberle tenido en cuenta ni haberle pedido nunca nada. En esta primera cita, el elemental acostumbra a estar un poco molesto porque no se le ha hecho caso en mucho tiempo ni se le ha tenido en cuenta y por todo ello, se puede mostrar un poco dramático y ofendido profundamente en su ego. Esto sucede porque el elemental tiene conciencia, ego y puede disgustarse seriamente si la persona no ha hecho caso a sus consejos, directrices y no ha hecho lo necesario para mantener en buen estado el cuerpo. Pero, por otro lado, si el humano ha cuidado a su organismo, vigilado su salud, realizado ejercicios, acciones vigorizantes, luminosas o manejado adecuadamente la energía de los Rayos, el elemental puede estar en buena sintonía con el humano y mostrarse feliz de recibirlo, hablar, trabajar y cooperar con él.
El elemental tiene ego y personalidad propia, pero esa personalidad se puede acoplar a la personalidad o a la tendencia que tenga el humano en el que habita. El elemental ha adquirido múltiples personalidades como resultado del paso por las distintas vidas en las que ha colaborado y situaciones existenciales en las que se ha visto inmerso. Por este motivo, puede manifestar la personalidad que esté más en consonancia con la personalidad del humano con el que está relacionado y con el momento que le ha tocado vivir a esa persona. De esta manera, el elemental se puede mimetizar con la persona y potenciar la parte de su personalidad que va a ayudar más al humano en esa encarnación.
Él, en su trabajo diario, puede velar por la salud, neutralizar bacterias, virus, algunas sustancias agresivas, nocivas o toxicas de medicamentos, vacunas y terapias e impedir que se presenten efectos secundarios desagradables.
El ser humano, en contacto y colaboración con el elemental, le puede pedir en un momento determinado que le de la fuerza mental para interceptar un tóxico, una energía negativa y él lo hará con placer, pero la persona ha de creer en él y en su parte mágica. El elemental puede también neutralizar algunas sustancias tóxicas lanzadas al aire por el mismo hombre y también puede hacer que algunas enfermedades no se desarrollen o se curen, pero para ello, necesita de la colaboración, de la ayuda y del diálogo íntimo con el humano.
Puede asimismo ayudar al alivio de algunos síntomas de molestias localizadas en el cuerpo. La persona puede hablar con él, explicarle la molestia que tiene y decirle que se va a relajar y pedirle que trabaje en aquella zona para calmarla. En este sentido, el elemental, puede actuar como un pequeño médico. El elemental es pues un buen ayudante y aliado para solucionar todo tipo de problemas terrenales.
Los elementales son buenos, no son malos, pero hay que tener en cuenta su naturaleza, que es muy diferente a la de un humano. No hay maldad en sus actos, puesto que no tienen la conciencia de conocer el bien o el mal. Ellos no están en la conciencia dual, y sólo actúan por impulsos. Actúan e ignoran si con esa forma de actuar pueden dañar. No tienen esa capacidad de análisis. Son como niños egoicos, pero mágicos y con un gran poder.
El ser humano está en la Tierra, en la materia y el contacto y la colaboración con el elemental que tiene, con su elemental mágico, le puede proporcionar al humano su parte sorprendente y mágica.